Cuando piensas en decorar tu casa, es posible que pienses en muebles, colores, cojines, Pinterest… Y muchas veces, lo hacemos desde las ganas de sentirnos mejor. Pero lo que ocurre, sobre todo si estás agotada o emocionalmente desconectada, es que acabas invirtiendo en cosas estéticas… sin terminar de sentirte bien.
¿Te ha pasado? Compras una vela, una estantería, unas láminas bonitas… Pero sigues sintiéndote incómoda. Dudosa. Estresada. Yo también viví eso. Y fue muy frustrante.
Mi salón era precioso, pero no disfrutaba de él. Mi cocina era práctica, pero me daba pereza comer ahí. Hasta que entendí algo clave: no es lo mismo decorar tu casa que hacer que te sientas bien en ella.
El error: pensar que decorar te hará sentir en paz automáticamente
Nos lo venden así. Que si tu casa está bonita, todo fluye. Pero decorar desde el vacío o desde la exigencia solo añade una capa más de desconexión.
El impacto positivo del entorno en nuestro bienestar depende más de su coherencia emocional que de su estilo visual. – Copenhagen Institute for Interaction Design
Es decir, que no es lo que tienes… es cómo te hace sentir.
Una historia real: yo también decoré una casa que no me abrazaba
Durante mucho tiempo creí que, como interiorista, tenía que tener una casa impecable. Y así lo hice: cuidé cada detalle, elegí con mimo cada objeto, combiné materiales y texturas como me habían enseñado. Desde fuera, todo estaba perfecto. Pero yo no lo sentía así.
Mi salón era bonito, sí. Pero no sentía que quisiera pasar tiempo de calidad ahí. Mi dormitorio estaba bien decorado, pero no me calmaba antes de irme a dormir. Y empecé a notar una incomodidad silenciosa: ¿cómo podía estar tan en desacuerdo conmigo misma en mi propia casa?
La clave llegó cuando me hice una pregunta inspirada en Byron Katie: ¿es verdad que tengo que hacerlo todo perfecto para disfrutar de lo que me merezco? Y entonces entendí que había decorado desde la mirada de fuera. Desde el miedo a hacerlo mal. Desde la exigencia de que todo tuviera sentido… para otros.
Ahí empezó mi propio rediseño emocional. Quité lo que no me decía nada. Reorganicé no para que quedara mejor, sino para sentirme mejor. Empecé a preguntarme: ¿esto me cuida o me exige? Y eso cambió mi forma de estar en casa.
Mi casa dejó de ser una foto bonita, y empezó a ser un refugio.
¿Te reconoces en esto?
- Has decorado con mimo, pero no te sientes representada.
- Cambias cosas continuamente, buscando por fin sentirte bien.
- Tienes objetos que “quedan bien”, pero no te dicen nada.
- Tu casa es bonita, pero no te sostiene emocionalmente.
- Hay rincones que usas, pero que no disfrutas.
5 ideas para convertir la decoración en cuidado emocional
- Pregúntate para quién estás decorando. Si es para ti, ¿qué necesitas sentir más que ver?
- Crea un rincón que no cumpla ninguna función útil. Solo para ti. Solo para estar.
- Revisa qué objetos están ahí por miedo o deber. ¿Qué pasaría si los quitaras?
- Cambia la lógica del “queda bien” por el “me hace bien”. Esa es tu brújula.
- Haz espacio para lo nuevo; no comprando, sino soltando. Lo que guardas también te habla.
¿Quieres crear una casa que no solo se vea bien, sino que te cuide a ti?
- Sesión gratuita para revisar juntas tu espacio.
- Test emocional + guía sensorial para tomar decisiones desde dentro.
- Rediseño emocional adaptado a ti (sin obras, con alma).
- Online o presencial.
RESERVA TU SESIÓN GRATUITA AQUÍ
O escríbeme por Instagram a @laurahousecoach
También puede interesarte:
- Vivir en paz: cuando tu casa no te deja descansar
- Rediseñar desde dentro: cuando la casa también necesita cambiar
- Agotamiento emocional: cómo influye tu casa en tu bienestar (y en tu recuperación)
Este artículo está basado en mi experiencia como interiorista emocional, ayudando a personas que decoran esperando paz… y descubren que el alivio llega por otro camino.